viernes, 12 de marzo de 2010

Dejar ir

En las pasadas semanas, cada vez que pensaba en el tema sobre el que quería escribir, diferentes ideas se atropellaban en mi mente. Sentía que a cada momento surgían muchos temas llenos de revelaciones y sentimientos deseando salir de mi interior hacia el mundo de las palabras y las frases. Los días pasaban y simplemente las ideas seguían acumulándose y yo me sentía un poquito más abrumada cada vez y sin saber por cuál decidirme. Entonces, en un momento lleno de presencia, rodeada de esa pacífica y amorosa energía que habita en mi interior (y en todo lo que es) y que se hace tan fuerte cuando simplemente vivo el momento presente, la indicación fue clara: “¿porqué no sueltas todas estas ideas? ¿Y si simplemente lo dejas ir? “. Y así lo hice, dejé ir la necesidad de tener un tema sobre el que escribir, lo solté completamente y me dediqué a otra actividad con total atención. Y desde ese punto de desapego y completa conexión con el moemento presente, aquí y ahora, la angustia desapareció, sentí paz, entusiasmo, y al poco rato la idea vino a mi mente con claridad: el tema era soltar, dejar ir.

Cualquiera que se haya puesto a hacer una limpieza en su casa o en su closet, se encuentra con muchas y muchas cosas que ya no sirven, están rotas o ya cumplieron su función, ocupan un espacio asombroso y acumulan polvo y humedad. Sabemos que es tiempo de regalarlas, botarlas, venderlas, y sin embargo, nuestra mente en pocos segundos nos da una lista inmensa de excusas para conservar algo que definitivamente no nos sirve para nada. Como si fuera poco el Feng Shui y otras disciplinas nos dicen que si no hemos usado algo en 6 meses, es porque ha llegado el momento de soltarlo. Estoy segura también que en nuestro proceso de desarrollo y crecimiento personal, nos hemos topado, tarde o temprano, y muchas veces, con el aspecto de “soltar” y “dejar ir” situaciones, relaciones, rutinas, adicciones, que definitivamente ya cumplieron su función en nuestra vida y no aportan beneficio alguno. Sin embargo, este tema parece dar vueltas en espirales, desaparecer y volver a hacerse presente en nuestras vidas y da la impresión de que nunca hemos soltado lo suficiente.

Soltar se vuelve con mucha frecuencia una lucha, sabemos que es tiempo de dejar ir para movernos hacia otras situaciones y permitir que otras puertas se abran, pero nuestros apegos y costumbres son tan grandes, que significa un inmenso trabajo soltar y, muchas veces no lo logramos por completo, nos resistimos y nos aferramos. Entonces el proceso de soltar consume tanta de nuestra energía que terminamos agotados y angustiados y muchas veces, nos damos por vencidos sin haber soltado realmente. ¿Qué tal sería si en ese momento abandonamos la necesidad que tenemos de soltar y dejar ir aquello a lo que nos estamos aferrando? ¿soltar el soltar?

Cuando comenzamos a vivir más en un estado de Presencia, momento a momento, comienza a hacerse evidente, poco a poco, que todo lo que habíamos pensado que necesitábamos hacer o dejar de hacer va perdiendo fuerza. Por otro lado, aumenta la certeza de que lo único que necesitamos hacer es estar en Presencia, en nuestro centro, conectados con nuestra sabiduría interior, con nuestro verdadero poder personal, con el Humano Divino que somos y, desde ese punto, desde ese estado de consciencia, lo que ha de ser hecho se hace, con muchísimo menos escuerzo y lucha y con muchísima más eficiencia y ahorro de energía. Muchas personas tienen la idea de que cuando se habla de vivir en el presente, disfrutando el momento, se cae en la trampa de no hacer, de volverse perezoso o despreocupado de la vida y que nuestra lista de pendientes crecerá sin fin. Realmente, cuando vivimos en el momento presente, hay una pacífica y amorosa acción, que produce un resultado muy alto en calidad y eficiencia, con el menor esfuerzo.

Dejar ir, soltar, es lo mismo, al estar presentes, comenzamos a dejar ir aquello que el estar presentes nos va mostrando y desde esa misma actutud de presencia, llega a nosotros la fuerza y el valor para dejar ir, para permitir que aquello que no es para nuestro mayor bien evolucione y se transforme.

También en ese proceso de estar presentes se nos va haciendo muy claro, que lo que es necesario soltar es nuestro hábito a aferrarnos a nuestros puntos de vista, juicios, prejuicios, creencias, dramas pasados, modos de ser y pensamientos de todo tipo que rondan por nuestra mente. ¡Y esto sí que es la tarea de soltar más importante que podemos emprender! Me gusta mucho el consejo de Byron Katie, autora de un hermoso libro que se llama “Amar lo que es”, quien nos sugiere que nos hagamos una simple pregunta cuando nos aferremos a esos pensamientos y modos de ser que no aportan bienestar y crecimiento en nuestra vida. La pregunta es: ¿quién sería yo sin este pensamiento? Y podríamos agregar: ¿quién sería yo sin este juicio, sin este drama, sin este punto de vista, sin esta creencia, sin la necesidad tan fuerte que tengo de tener la razón?

Esta pregunta se transforma en una excelente práctica de crecimiento. Cuando esos pensamientos, juicios, dramas, toman el control de nuestra mente y nuestra vida sacándonos la alegría y la paz, respiramos profundo y nos preguntamos ¿quién sería yo sin este o estos pensamientos? Esta es una sutil invitación a soltar, dejar ir. Cuando hacemos esto, inmediatamente, aunque sea por un segundo, nos invade una nueva sensación de bienestar. Algo de esa pesada carga que supone defender nuestros dramas y posturas, se desvanece. Nuestra mente tratará de responder la pregunta y la respuesta apuntará al ser, ¿quién soy yo sin ese pensamiento? Simplemente soy, presente, viva, en este momento. La respuesta que surge de nuestro interior es una llamada a recordar, una oleada de energía que trae la huella de quien realmente somos. Y eso es liberador.

Solemos relacionar al estado de presencia con un estado sumamente espiritual, elevado e iluminado, pero lo cierto es, que si bien es todo eso, es en primer lugar y antes que nada, un estado lleno de vida en unidad con todo lo que nos rodea, personas, situaciones y cosas. Somos Humanos Divinos caminando este planeta y experimentando con entusiasmo las situaciones de esta vida. Estar presentes, vivir en la Presencia, nos hace antes que nada muy, muy humanos. Al sentir la vida en nosotros la podemos reconocer en el otro y en todo, todo es importante y todo es sagrado. Pero al mismo tiempo, comenzamos a experimentar que lo que es sagrado e importante nunca se pierde, siempre está aquí y comenzamos a soltar sin esfuerzo las ilusiones a las que nos estamos aferrando.

Muchos científicos cuentan historias acerca de que cuando dejaron de pensar en el problema que no podían resolver, se relajaron y hasta se fueron a dormir, la solución apareció de pronto en sus mentes. Yo misma comprobé esto en mis años de programadora de sistemas informáticos, en muchas ocasiones, el error que hacía que mi programa no se ejecutara como yo quería, se me hacía muy claro cuando estaba descansando, pasando un buen rato con mis amigos o haciendo cualquier cosa menos estar en la oficina buscando y buscando el error en los códigos de mis programas y enojándome más y más. Sin tener consciencia de lo que hacía, estaba soltando la urgencia, la lucha, los juicios que me decían que no estaba siendo capaz de resolver el problema, la presión que me imponía a mí misma y la molestia que eso me causaba. Dejaba ir, soltaba todo esa inmensa carga y me dedicaba por un momento a vivir. Y eso, como por arte de magia, hacía emerger silenciosa y fácilmente, la paz, la sabiduría y el conocimiento que ya existe en mi interior, y, en ese estado, la solución a mi problema se manifestaba. En el ser, en la presencia, se encuentra la infinita fuente de sabiduría que transforma todas las situaciones.

Soltar no es sencillo, pero cuando nos enfrentemos a la necesidad de solta probemos estar presentes al mismo tiempo. Saquemos por un momento nuestra atención y enfoque de aquello que queremos dejar ir y dirijamos nuestra atención, aunque sea un poco, al momento presente, sintiendo la energía, los sonidos, mirando el cielo, a nuestra mascota, el ambiente que nos rodea, respirando y conectándonos con el flujo de aire que nos llena y nos da vida, sintiendo el latido de nuestro corazón. Descubriremos con asombro que en ese flujo que nos llena, algo cambia y se libera, se vuelve más liviano. Comenzaremos a dejar ir desde una postura más amorosa, sencilla y al mismo tiempo, llena de poder y determinación.

Desde mi Presencia a tu Presencia, que son una y la misma, en amor,
Vero
Verónica Hernández Simeonoff.
© Todos los derechos reservados, 10 de Marzo del 2010.

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